La octava etapa de la Vuelta a España se disputará entre Úbeda y Cazorla. En total, 159 kilómetros de una etapa que incluye dos puertos puntuables y que debería ofrecer una doble competición: por un lado, un grupo de escapados que peleen por la etapa y, por otro lado, el enfrentamiento entre los corredores de la general.
La montaña jiennense será protagonista en una jornada quebrada propicia para la fuga. El puerto del Mirador de las Palomas (2ª), con 7,3 kilómetros al 5,7% de pendiente media, será la principal dificultad de la jornada antes de un bucle final para subir hacia Cazorla, una ascensión de 3ª categoría que puede ser definida como una escalera: kilómetro inicial al 17,3%, luego uno al 3,4%, de nuevo otro al 10,2%, otro de descanso al 5,6% y el tramo final al 13,5%. Es decir, irá subiendo y bajando su intensidad.
En ese tipo de terreno, las diferencias suelen ser mínimas. El problema es que con los muchos minutos acumulados por Ben O’Connor, el resto de rivales ya no pueden desperdiciar ni una sola de las etapas y necesitan emplear todos los metros disponibles para intentar descolgar al de Decathlon-Ag2r.
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