La difícil vida en los equipos continentales

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Bravo y Bizkarra. Foto: Euskadi Murias

La vida de un ciclista profesional es siempre dura. Pero un peldaño por debajo del profesionalismo se extiende una categoría, la Continental, donde los sacrificios son todavía más grandes hasta el punto de que, en ocasiones, no llegan a compensar la energía invertida.

Este mismo año 2017 hemos visto a corredores como Marcos Rojo (Burgos BH) o Imanol Estévez (Euskadi-Murias) anunciar su retirada prematura. Pero, ¿cuáles son las condiciones de estos corredores? ¿Y qué soluciones se podrían ofrecer para que esta categoría tuviera un futuro más esperanzador?

La normativa española ha ido bajando los requisitos mínimos salariales para así adaptarse a estos tiempos de crisis económica. El sueldo mínimo para los corredores nacidos a partir del 1 de enero de 1993 es de 10.000 euros brutos (menos de 1.000 euros al mes) mientras que los ciclistas nacidos antes del 1 de enero de 1993 reciben un salario de 13.000 euros brutos. Los corredores que hayan sido profesionales en algún momento de su vida tienen que recibir 20.000 euros brutos.

Esos son los sueldos en España, un país donde nos colocamos en un nivel medio entre el proteccionismo francés (sueldos mínimos de 24.000 euros) o el amateurismo suizo (no hay sueldos mínimos). Antes eran mayores, pero los equipos continentales tenían verdaderas dificultades para cubrir los presupuestos y se decidió, entre todos, rebajarlos hasta las cifras mencionadas.

Dejando a un lado los datos fríos, lo primero que un corredor debería asumir cuando llega a un equipo continental es que no es un corredor profesional. La propia Unión Ciclista Internacional así lo reconoce: un ciclista que haya militado uno, dos, tres o cuatro temporadas en continental… seguirá siendo neoprofesional cuando pase de categoría. Es decir, la UCI está tratando a los corredores de esta categoría como ciclistas amateurs. La gran ventaja, por tanto, no es que el ciclista sea profesional. Es simple y llanamente que dispondrá de un mejor calendario. Pero eso también suele ser un problema.

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El equipo vasco, en un entrenamiento. Foto: Euskadi Murias

Los equipos continentales, especialmente en España, tienen dificultades para cerrar un calendario en condiciones por la falta de carreras y los costes que significa viajar a centro Europa. De todos modos, hay que reconocer que Euskadi-Murias ha hecho un gran esfuerzo para compensar esos problemas y está prácticamente todo el año doblando competiciones y corriendo en España, Portugal y, muy especialmente, en Francia, donde se han ganado a pulso un hueco dentro del pelotón. Que el ciclista encuentre la motivación para desarrollar su potencial es la clave.

Con sueldos bajos y problemas para encontrar calendario con continuidad, es lógico que haya corredores que piensen que no les compensa seguir corriendo en continentales. Y ahí volvemos al eterno problema del ciclismo español: Movistar Team y Caja Rural-Seguros RGA no son suficientes para dar salida a la cantera. El cuello de botella lo tenemos en la élite.

Eusebio Unzue está haciendo un esfuerzo importante en los últimos años. No hay que olvidar que ha apostado -y con éxito- por corredores como Marc Soler. Pero también de Lizarte han salido Jorge Arcas, Antonio Pedrero, Héctor Carretero… Ahora mismo, siete de los 28 ciclistas del equipo han pasado por Lizarte. Y lo mismo e incluso más podríamos decir de Caja Rural-Seguros RGA, una escuadra que en su ADN siempre ha tenido la apuesta por la cantera: nueve de los 20 ciclistas han pasado por su filial.

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El Burgos BH, con autobús, pero sin calendario. Foto: Burgos BH

Por tanto, los dos equipos españoles miran hacia el campo amateur. El problema es precisamente el número: sólo hay dos. Y lo cierto es que ahora mismo hay una docena de corredores en la categoría élite y sub23 con nivel más que suficiente para dar el salto. No todos van a tener sitio. Y ese es el principal freno para la categoría continental.

El problema no es ganar 10.000 euros o 20.000 euros al año cuando un corredor es joven. El problema es la perspectiva de tener que seguir muchos años sin poder llegar a un equipo de élite. Y ahí es cuando los plomos de la motivación acaban fundiéndose. Y sin el motor de la ilusión… no hay energía para darle con fuerzas a los pedales.

La conclusión es obvia: el ciclismo español necesita otro equipo, al menos, en la categoría profesional.

El relevo español, con nombres y apellidos

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