Los adoquines, «en el ADN» del Quick Step

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Si hay un equipo que, a priori, vaya a disfrutar con la novena etapa del Tour de Francia, ése es el Quick Step. O, si vinieran mal dadas, es el que más armas tiene para salvar una situación complicada. El conjunto que dirige Patrick Lefevere siempre se ha tomado las piedras como un objetivo de máxima prioridad para su temporada.

No en vano, en este 2018 han arrasado en las clásicas de primavera. Casi sería más sencillo citar las que no han logrado: Roubaix, Gante-Wevelgem, Kuurne y Het Nieuwsblad. Todo lo demás lo han ganado y, además, con mucha autoridad y varios corredores distintos.

Lo lógico es que en el Tour tengan un ojo puesto en Bob Jungels, que no es un especialista del pavés, pero sí un gran rodador y un ciclista muy completo. Estar arropado por Terpstra y Lampaert es sin duda una garantía en una jornada a la que todos los demás acuden con el miedo de perder la carrera.

El dominio de este 2018 para Quick Step llega después de varios años en los que su papel de referencia absoluta se había difuminado un poco. No es que no ganaran, pero sí que algunos rivales les discutían su supremacía, coincidiendo con los últimos años de Boonen y su intento por la quinta Roubaix frustrado por Hayman en el mismo velódromo.

De hecho, la última vez que un corredor del equipo belga ganó el Adoquín fue en 2014 por medio de Terpstra -que este año se ha llevado el Tour de Flandes-, y el último doblete Flandes-Roubaix lo hizo el propio Boonen en 2012. Ahora el equipo tiene no sólo a gente ya hecha como Lampaert o el propio Terpstra, sino también a jóvenes como el propio Gaviria, que aspira a ser el primer colombiano en ganar el ‘Infierno del Norte’. Un equipo con el pavés en su ADN.