“El Afilador” es una nueva colección de libros que acaba de lanzar Libros de Ruta, www.librosderuta.com. Esta recopilación de narraciones ciclistas tienen en común su pasión por el ciclismo y las letras. Jorge Quintana viaja al país de moda en el ciclismo, Colombia. Desde la primera Vuelta a Colombia hasta la nueva oleada encabezada por Nairo Quintana o Chaves, repasa los grandes hitos del ciclismo colombiano en su artículo.
A continuación un extracto de «El ciclismo colombiano, el gigante que despertó (Pasado, presente y futuro del ciclismo colombiano)».
Si uno piensa en los nombres míticos del ciclismo colombiano (Nairo Quintana y Esteban Chaves, en la actualidad; o Lucho Herrera y Fabio Parra, en el pasado), no hay corredores que hayan nacido en ciudades por debajo de los 1.700 metros de altitud y en algún caso nos vamos por encima de los 2.700 metros.
Es cierto que Colombia tiene muchas ciudades preciosas en la costa, como Cartagena de Indias. Pero no lo es menos que la inmensa mayoría de sus figuras proceden de las montañas, donde los cuerpos se acostumbran al déficit de oxígeno crónico. Aprenden, por tanto, a ser extraordinariamente eficientes en los esfuerzos y a aprovechar cualquier molécula de oxígeno para desarrollar todo tipo de esfuerzos.
En ese sentido, no hay que olvidar un dato estremecedor: la mayor parte de los ciclistas europeos suelen hacer concentraciones de 21 días en Sierra Nevada o El Teide para respirar durante unos días a unos 2.300 metros de altitud y acostumbrar así al cuerpo a esa falta de oxígeno que luego vivirán en las grandes cumbres del Tour de Francia. Pues curiosamente los casi siete millones de habitantes de Bogotá, por poner un ejemplo, viven todo el año 300 metros por encima de la altitud que los europeos consiguen con sus carísimas y exigentes concentraciones en Sierra Nevada y El Teide, puesto que la capital de Colombia está situada, como dice su lema turístico, «2.600 metros más cerca de las estrellas».
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La primera edad de oro del ciclismo colombiano estuvo basada en Lucho Herrera y Fabio Parra. No es el momento de entrar en una extensa repetición de hitos y datos. Baste decir que el mejor de todos los años fue 1987, cuando Café de Colombia logró su mayor éxito: Lucho Herrera se llevó la general final de la Vuelta a España. Y su gran rival, Ryalcao-Postobón, fue el vencedor por equipos de esa misma edición, un año con notable acento colombiano en la Vuelta, puesto que conquistaron cuatro triunfos de etapa con cuatro ciclistas diferentes y metieron igualmente a cuatro corredores en el top10 de la general final.
Si Lucho Herrera fue la más flamante figura del ciclismo colombiano de los 80, no anduvo muy lejos en su palmarés Fabio Parra, tercero en el Tour de Francia de 1988 y segundo en la Vuelta a España de 1989, prueba en la que Pedro Delgado necesitó de una ayuda extraordinaria para cazar al colombiano en la bajada de Navacerrada. Esas dos grandes actuaciones de Parra no llegaron ni luciendo los colores de Café de Colombia ni de Postobón sino de Kelme, un equipo que con Pepe Quiles, Rafa Carrasco y Vicente Belda siempre estuvo muy vinculado a Colombia.
La primera edad de oro acabaría por culpa de causas internas pero también por otra externa y que, sin duda alguna, será considerada como polémica por algunos lectores. Pero resulta igualmente innegable: la aparición de la tristemente famosa EPO (eritropoyetina) artificial convirtió a muchos ciclistas europeos en escaladores con el mismo nivel que los colombianos. La ventaja de vivir a 2.500 metros quedaba anulada de un plumazo. Para los incrédulos, un dato demoledor: el 70% de las muestras del Tour de Francia de 1998 dieron positivo al ser analizadas años más tarde con las nuevas técnicas. Es decir, al menos 30 corredores habían disputado ese Tour con EPO artificial en sus venas.
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En pleno proceso de estabilización del país tras la época negra de los diferentes cárteles, los políticos colombianos buscaron en el cajón de las ideas un proyecto con el que poder lanzar una imagen positiva y vibrante de Colombia. Eran conscientes de que el nombre de su nación se asociaba inmediatamente a conceptos como cocaína, asesinatos, secuestros, atentados…
En 2007 nacía el equipo Colombia es Pasión, nombre que se imprimió en la ropa de la Corporación Pedaleamos por Colombia. El patrocinio público, subvención directa del gobierno, se iba a extender durante varios años e iba a transformarse ligeramente con el apoyo de otras empresas públicas o semipúblicas como 4-72, la compañía nacional de correos, o como Café de Colombia. Pero la esencia siempre era la misma: trabajo con jóvenes valores y difusión internacional de Colombia.
De la escuela de la Corporación Pedaleamos por Colombia surgieron nombres como los de Fabio Duarte, ganador del Mundial sub23 de fondo en carretera en 2008, otra hazaña para la historia. O Sergio Luis Henao, ahora ciclista destacado en Sky, quien en el ya lejano 2009 se llevó la general final del Cinturón de Mallorca o el GP Portugal. O Jarlinson Pantano y Darwin Atapuma, ganadores de etapa en el Tour de Beauce de Canadá en aquel 2009 y ahora destacados ciclistas en dos equipos WorldTour, IAM y BMC. Pero sobre todo salieron Nairo Quintana y Esteban Chaves, las dos grandes figuras del ciclismo colombiano actual. Esa escuela ha llegado a la categoría profesional de la mano de Postobón. Y aquellos jóvenes talentos dominan ahora el WorldTour con autoridad.
Sería conveniente recordar una frase atribuida al pionero de los éxitos del país latinoamericano en Europa. Nos referimos a Martín Emilio Cochise Rodríguez, quien al parecer dijo un día: “En Colombia se muere más gente de envidia que de cáncer”. Sería bonito ver que esa envidia ante los posibles éxitos de Postobón lanzase a otras marcas colombianas a desarrollar su propio proyecto profesional. Pero lo que no es bonito sino evidente es que ahora mismo la envidia ya no es cosa de los colombianos. Es el mundo entero el que mira hacia Colombia con envidia… y con la boca abierta por la admiración. Pocas naciones tienen un futuro tan brillante por delante.
El gigante ha despertado. Y no está dispuesto a viajar al puerto a esperar el barco del obispo, tal y como hacía Santiago Nasar en la novela de Gabriel García Márquez. El gigante del ciclismo colombiano ya ha aterrizado en Europa y no tiene ningún tipo de miedo ante el reto al que se enfrenta. Es la hora de Colombia.
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