La ciclista británica Lizzy Banks ha detallado el infierno vivido en los últimos meses con la Agencia Antidopaje del Reino Unido tras recibir la comunicación oficial de que había dado positivo por el uso de un medicamento para el asma y de un diurético. Finalmente, no habrá sanción deportiva… pero Banks no tiene palabras amables hacia el organismo que lucha contra el dopaje.
La pesadilla comenzó para la ex ciclista de EF con una doble notificación por dopaje: por un lado, por el uso del medicamento para el asma Formoterol y, por otro, por el uso del diurético Clortalidona. La cuestión es que Banks es asmática desde hace muchos años y siempre se ha negado a utilizar inhaladores incluso por debajo de los límites máximos permitidos, lo que le ha supuesto en determinados momentos sufrir crisis de asma y no poder competir ni entrenar durante algunos períodos.
En el control de la polémica, Banks notificó de forma correcta el uso de Formoterol y la dosis encontrada en su cuerpo se ajustaba perfectamente a los límites de la legalidad. Pero al existir un diurético, el organismo que lucha contra el dopaje ya no analiza si la cantidad es coherente y si existía un certificado médico sino que directamente lo considera un motivo de sanción deportiva. ¿Lógico? No.
Así que todo giraba alrededor del diurético Clortalidona. La cantidad detectada era absolutamente minúscula. El diurético no mejora el rendimiento deportivo. Puede servir como enmascarador de otras sustancias, pero evidentemente no puede enmascarar nada si la cantidad detectada es minúscula. Banks agotó casi 40.000 euros de su bolsillo en estudios científicos y pruebas médicas para justificar su indefensión: está más que demostrado que los fabricantes de medicinas no garantizan que no pueda haber contaminaciones en la fabricación de productos. Y los nuevos test en los laboratorios hacen que pueda descubrirse hasta un límite increíble la presencia de cualquier resto minúscula de este tipo de diuréticos.
Los propios organismos antidopaje han considerado que debe existir una cantidad mínima para que se pueda sancionar en seis tipos de diurético, pero no han incluido la clortalidona. Banks insistió una y otra vez en la tesis de contaminación. Y finalmente la UKAD aceptó que la ciclista «no había cometido ninguna falta y que había ejercido un altísimo nivel de cuidado en todo momento para evitar ingerir una sustancia prohibida«.
A partir de ahora, Lizzy Banks es libre de volver a las competiciones, pero es más que evidente que no quiere hacerlo. Ella misma reconoce que ha agotado sus recursos económicos y que también ha supuesto un desgaste físico y emocional tan grande que no se siente con las fuerzas necesarias para volver a correr. Su único objetivo era limpiar su nombre y dejar claro que jamás se había dopado y no quiere volver a colgarse una dorsal sobre la espalda. Eso sí, Banks señala a la Agencia Mundial Antidopaje por estar obviando un problema más que real y que podría haber afectado a más de 300 atletas en los últimos seis años (50 por temporada), deportistas a los que se les obliga a demostrar su inocencia. Banks es muy dura en sus reflexiones: «¿Cómo compensa la AMA a los atletas que han sido acusados injustamente de hacer trampas? ¿Cómo les devuelve esos dos años de vida? ¿Les reembolsa todas las ganancias perdidas y los gastos legales? ¿Repara su destrozada salud mental? La respuesta es que no«.