El trabajo en altitud de los equipos entra en otra dimensión
El periodista Ronan McLaughlin y el medio de comunicación escapecollective.com han publicado una interesante investigación que certifica la enorme inversión en ciencia que algunos equipos están desarrollando para mejorar la preparación de sus ciclistas y, sobre todo, el trabajo en altitud. Veamos los detalles.
Todos los aficionados han escuchado alguna vez que los equipos usan mucho los entrenamientos en zonas altas para mejorar su rendimiento. Lugares como Sierra Nevada, Teide, Font Romeu, Andorra, Tignes… son zonas de operaciones para casi todos los equipos del mundo.
Pero ahora empiezan a ser utilizados otros sistemas de trabajo, como la «superaltitud», que consiste en comenzar un ciclo a un altura alta (entre 1.700 y 2.400) y acabarlo a una altura muy alta (3.000 metros), algo que hasta ahora no se había hecho.
En ese trabajo resulta muy importante conocer en todo momento si el corredor está asimilando el trabajo en altura para poder aplicar esa super altitud o incluso para hacer justo lo contrario y que el ciclista baje a niveles inferiores. Y es que la altitud nunca ha sido una ciencia exacta y ha habido equipos que han visto como algunos corredores bajaban su rendimiento tras una concentración.
Por eso hay equipos que han invertido mucho dinero en nuevos y complejos sistemas científicos para saber en cada momento cómo están sus ciclistas. Entre ellos, el reportaje cita a Visma-Lease a Bike, UAE y también a Israel-Premier Tech. Todos ellos están colaborando con científicos y universidades para realizar técnicas de reinhalación de dosis controladas de monóxido de carbono con la única intención de medir los niveles de los corredores, lo que permite realizar un seguimiento rápido y precioso de los valores sanguíneos clave y optimizar los poderosos beneficios fisiológicos del entrenamiento en altura.
Los tres equipos han reconocido estar usando esas máquinas, pero nunca con personal propio sino con científicos especializados en ese tipo de trabajo, puesto que si no es desarrollado por especialistas de primer nivel podría ser potencialmente peligroso. Cada máquina de medición cuesta 50.000 euros y, como decimos, su uso es sólo apto para personal con alta cualificación.
El problema es que el artículo explica que puede surgir la tentación de usar el monóxido de carbono para que el deportista lo inhale directamente y sin ánimo de medición sino con deseo de impactar en la capacidad aeróbica. La técnica no está expresamente prohibida como dopaje, aunque es discutible si no podría ser considerada como prohibida por ser muy similar al uso de otros gases que sí han sido prohibidos.
Uno de los principales asesores de estos equipos es claro en su reflexión: «La práctica de utilizar inhalaciones de monóxido de carbono no es ilegal, pero estamos verdaderamente preocupados por este desarrollo», explica antes de afirmar que él tiene un control directo y remoto de sus máquinas, por lo que ningún equipo puede abusar en el uso y se limitan a la medición de los valores y en ningún caso a la alteración de esos mismos valores.
Lo cierto es que el reportaje siembra la duda de si algún equipo pueda estar jugando con fuego, pero también certifica que hay equipos invirtiendo grandes fortunas en mantener el control absoluto de sus ciclistas dentro de los mejores parámetros y buscar siempre la optimización de unos entrenamientos en altura que cada vez se han convertido en más determinantes.