Los frenos de disco en el ciclismo de carretera ya no suponen un debate. Más bien se han convertido en toda una realidad desde que prácticamente la totalidad de grandes fabricantes de bicicletas hayan dado el paso definitivo para instalarlos en sus modelos de ruta más sofisticados y los fabricantes sigan evolucionando en su tecnología, diseño y funcionamiento.
Al margen de estos pasos hacia adelante dentro del sector, la Unión Ciclista Internacional (UCI) también ha concedido una segunda oportunidad a los discos dentro de las carreras profesionales, pese al frenazo en seco que supuso su prohibición temporal a causa de la herida que sufrió Fran Ventoso durante la pasada París-Roubaix (leer su carta abierta), con las consiguientes polémicas y quejas en voz alta que provocó este accidente.
El Comité Directivo de la UCI decidió durante su reunión durante el pasado Mundial de Doha que de cara a la temporada 2017 se siga “experimentando” con los frenos de disco en las carreras de ruta. Representantes de equipos, de corredores y fabricantes y las agrupaciones de corredores como la Asociación de Ciclistas Profesionales (CPA) y la de equipos (AIGCP) también brindaron su apoyo a esta ‘experimentación’. Esta decisión se explicó mediante un comunicado que, a diferencia de los distintos debates y polémicas surgidos a raíz de los posibles riesgos en materia de seguridad dentro del pelotón que puede traer este sistema de frenado dentro del pelotón profesional, ha encontrado ahora una especie de consenso y ha sido asumido, al menos de momento, con un estricto silencio por todas las partes implicadas.
La UCI, expresaba dicho comunicado, tomó esta decisión tras “un examen en profundidad del material y un informe detallado sobre la seguridad”. Pero a cambio, esta experimentación será “estrechamente seguida y formalmente evaluada cada mes”. Una evolución dentro del ciclismo profesional en carretera que será visible a partir del 1 de enero de 2017 y que también debe implicar modificaciones en su sistema, como por ejemplo asegurar que la rotación del freno no presente ángulos de 90 grados para evitar que sean cortantes. Habrá que esperar a que dé comienzo la nueva temporada, a que los ciclistas se expresen –o no- sobre este asunto y, por supuesto, a comprobar quiénes, cuándo y por qué deciden hacer uso del disco en sus bicicletas.
En cualquier caso, parece evidente que cada vez está más cerca el día en el que un espectador vea de una forma natural y generalizada los frenos durante el Tour de Francia, el mayor y mejor escaparate posible. Tal vez ésta será la culminación de todos los avances de la industria de la bicicleta y de todos sus actores en esta materia. Y, tal vez, esa culminación suponga que el ciclista aficionado, el cicloturista o el usuario de una montura de carretera por fin haya acabado de convencerse de que necesita cambiar sus frenos tradicionales por el disco. “Este paso [implementar los frenos de disco en el ciclismo profesional] es parte del deseo de la UCI de fomentar la innovación en el ciclismo con la intención de que resulte más atractivo para espectadores, corredores, usuarios de bicicletas y medios de comunicación”. Con esta afirmación cuando se inició todo este proceso en el año 2014, el presidente de la Unión Ciclista Internacional parecía estar aventurando y definiendo con total precisión cómo funciona este modelo de negocio.
Hasta que esta culminación pueda ser del todo posible, los problemas de los que los usuarios del ciclismo lúdico se quejan no son otros que particularidades, como un mayor peso del conjunto de la bicicleta, un mantenimiento diferente y más costoso que el frenado de zapatas, elementos estéticos y una menor comodidad y rapidez a la hora de desmontar una rueda en caso de pinchazo. Dudas que siguen vigentes en ese usuario que debe decidir si invierte su dinero en una bici con frenos de disco y en cuya conciencia pese gastarse varios miles de euros en un elemento que pueda pesar al menos un kilogramo más, cuando el canon que hasta la fecha define una supuesta mayor calidad de las bicis sigue siendo reducir considerablemente su peso.
Otra poderosa razón para convencerse de los frenos de disco reside en su propio uso. Más allá de que las bicicletas de montaña lleven más de una década utilizándolo o que en las pruebas al más alto nivel en ciclocross su uso ya esté plenamente extendido y aceptado, el usuario final de los discos podrá comprobar que efectivamente el poder y la eficiencia de la frenada es mayor y más seguro, especialmente antes de negociar y trazar una curva en un descenso más o menos técnico e incluso clavando la bicicleta en caso de encontrarse en un apuro en plena circulación. Obviamente, utilizar este sistema de frenado no garantiza descender mejor ni tan siquiera mejorar esa compleja técnica, pero sí puede ayudar a comprobar que nuestra bici va a responder mejor y de una forma aparentemente más segura cuando hay que utilizar las manetas.
Conviene insistir en que los fabricantes y las grandes marcas siguen trabajando con esmero en esta implementación del disco en todos sus modelos, incluso en las bicicletas de contrarreloj. Basta con echar un vistazo a los catálogos de 2017 para poder comprobarlo, o a los test que próximamente os presentaremos en Zikloland y que se iniciarán con una Trek Domane SL 6 Disc y una Merida Scultura Disc 6000, probadas en todo tipo de recorridos y circunstancias.
“Estamos intentando convencer al usuario. Trabajamos mucho en dar a conocer este producto en pruebas de bicicletas, en tiendas, en marcas, en medios de comunicación… Las ventajas están más que demostradas y probadas y las marcas están incorporando el disco a sus catálogos a un ritmo acelerado. Va a acabar triunfando sí o sí”, afirma con convicción Ignacio Ramos, responsable de marketing de Shimano en España. Ahora bien, ¿cómo puede convencerse del todo a ese usuario reticente? “Contra la estética no se puede luchar, aunque cada día los frenos de disco están mejor integrados estéticamente. Por eso debemos hablar de las ventajas técnicas que ofrecen, por ejemplo para evitar sobrecalentamientos o que la frenada sea mucho más progresiva”.
Si ahora mismo se antoja impensable una bicicleta de montaña sin discos, este sector también tuvo una puesta en escena y similares problemáticas en sus orígenes. “Hubo un cambio de estética y de funciones, la gente tenía las mismas reticencias. Al final la funcionalidad y las ventajas que tiene el disco son tantas, que acaban con este debate”, añade Hitmar Esteban, responsable de fabricantes de la marca japonesa.
Un debate que ya se ha transformado en una realidad dentro del sector y del negocio y que al menos de momento parece aceptada y asumida dentro del campo profesional. Aunque se trata de frenar, el freno de disco avanza de forma imparable.