El Giro de Italia, el Tour de Francia y la Vuelta a España tienen algo en común en 2022: todos han salido desde territorios diferentes a su apellido. O dicho de otro modo: ni el Giro comenzó en Italia, ni el Tour lo hizo en Francia, ni la Vuelta lo está haciendo en España. Pero, ¿es eso bueno o malo?
Lo primero y funamental es dejar claro un concepto: los organizadores no viajan fuera de sus fronteras por dinero. Viajan fuera de sus fronteras por mucho dinero. A partir de ahí lo podemos adornar de mil maneras suficientes, pero si países extranjeros no tuvieran más interés en pagar que las ciudades locales, no habría debate alguno. Para la Vuelta, es mucho más sencillo comenzar en Sevilla que en Holanda. Y también más barato. Por tanto, si se trasladan tan al norte es porque hay varios cientos de miles de razones que compensan los dolores de cabeza.
Pero no es solo dinero. Para Giro, Tour y Vuelta, salir fuera significa también atraer la atención de otro mercado, garantizarse mayores audiencias televisivas en esos países, generar cultura de marca global, muy importante a la hora de buscar patrocinadores globales… son muchos los intangibles que podrían ser citados, aunque no puedan ser fácilmente cuantificables. No hay duda de que la Vuelta ha generado mucho tirón en los Países Bajos y eso generará arrastre en la audiencia televisiva de toda la carrera e incluso puede que en ediciones posteriores. Es una manera de vincular la ronda española con otras naciones.
Además, la respuesta popular está siendo incuestionable: Giro, Tour y Vuelta atraen cientos de miles de personas en esas salidas al extranjero. Se puede argumentar que Países Bajos ama al ciclismo, pero el Eneco Tour -con sus posteriores nombres- no consigue atraer ni a la décima parte de espectadores cada verano. Por tanto, el éxito popular está animando a los organizadores a esta aventura.
¿Y los problemas? ¿No hay problemas? Sí, los hay. Para empezar, los equipos están cansados de esta dinámica. Para ellos supone un coste extra en kilometrajes -gasolina y peajes- y desgaste físico de los auxiliares. Para los ciclistas significa un esfuerzo extra en viajes. Pero además tenemos el problema de los recorridos: las salidas en países que pagan condicionan mucho el trazado.
Todos quieren una contrarreloj individual o por equipos para enseñar la capital o ciudad de referencia y luego el paso por el mayor número posible de pueblos o ciudades, lo que acaba generando recorridos peligrosos. Y en el caso de algunos países también recorridos llanos y por tanto aburridos, algo muy peligroso para un evento que en fin de semana debería conseguir enganchar al público con emoción. Esa es la cruz de la moneda. Poco juego se puede dar en la zona de Utrecht y Breda. Y eso también tiene que analizarse bien, puesto que la sensación generalizada es que la Vuelta arranca en Euskadi.
FOTO: lavuelta.es