La ruleta del Tour del 99: la apuesta por Vinokourov no funcionó en una carrera inesperada
Un año después del sainete del Tour del 98, con el caso Festina y los abandonos en masa, el Tour de Francia de 1999 se presentaba como una edición muy abierta en la que cualquier cosa podía pasar. Y la verdad es que la competicióin no defraudó lo más mínimo.
El último Tour del siglo XX resultó ser una especie de ruleta francesa, con sus giros inesperados y sus constantes sorpresas, pero también con gratificantes recompensas para los afortunados ganadores. Y si hacemos referencia al juego estrella de los salones de juego no podemos dejar de lado la participación del equipo Casino, precursor del actual Decathlon-AG2R, y su un semidesconocido jefe de filas, Alexandr Vinokourov, La escuadra francesa estaba patrocinada por una casa de juegos algo que no resulta extraño en el mundo del ciclismo, que tiene una larga relación con el juego. Sirvan como ejemplo los actuales patrocinios de la Français des Jeux y del Lotto. Este deporte y los juegos de casino tienen bastantes puntos en común como saber gestionar los depósitos, jugar y correr con inteligencia, apostar y poner la carne en el asador cuando es el momento adecuado, etc.
Mal acaba lo que bien empieza. ¿O no era así?
A la salida del Tour llegaba el kazajo del conjunto Casino haciendo gala de un estado de forma impecable. Vinokourov tuvo una aproximación al Tour prodigiosa: en mayo se llevó una etapa y la general de la Midi-Libre y en junio, repitió con victoria parcial y triunfo final, esta vez en el prestigioso Dauphiné Liberé. Pero las crueles carreteras del Tour de Francia poco tardaron en poner a Vino en su sitio. Y eso que comenzó con una magnífica actuación en el prólogo que abría la carrea. Séptimo fue, a veintiún segundos de un clasicómano estadounidense que hacía poco que había vuelto a montar en la bicicleta tras superar un cáncer de testículos, un tal Lance Armstrong.
Vinokourov y su equipo se lucieron en la primera semana. El líder del Casino se mantenía en los puestos cabeceros de la tabla y, por si fuera poco, su compañero, el velocista estonio Jan Kirsipuu se llevó el primer esprint masivo del Tour y estuvo peleando los siguientes. Pero en Metz, en la primera crono larga de la carrera (56 kilómetros –poca broma–, ciclismo del de antes) Vinokourov se dejó más de seis minutos con el vencedor, de nuevo el texano Lance Armstrong (quien hacía aproximadamente un lustro había sido arrasado por Miguel Indurain en una de las actuaciones contra el reloj más emblemáticas que se recuerdan, la de Bergerac´94).
Si la lucha contra el crono había acabado con las esperanzas del kazajo, la llegada de la montaña no alivió los males de un Vinokorov que no encontraba el golpe de pedal que había exhibido pocas semanas antes de la salida de la Grande Boucle. Aún así, Vino siguió luchando y haciendo girar la ruleta en busca de ese golpe de suerte definitivo. Rozó la gloria parcial; fue dos veces tercero y otra más cuarto, pero la fortuna no estaba de su lado en la carrera.
Vinokourov finalizó el Tour trigésimo quinto de la general en su primera toma de contacto con la madre de todas las pruebas ciclistas por etapas. Años después, en 2003, lograría subir al tercer cajón del podio, pero nunca tuvo piernas para hacerse con la victoria final. Sí lo consiguió en la Vuelta a España de 2006, prueba en la que se impuso al eterno Alejandro Valverde y a su compatriota Andrey Kashechkin. Y es que proclamarse vencedor en el Tour de Francia, una competición que cada año aúna a los mejores ciclistas del pelotón internacional, es terreno vedado para los mortales.
El dominio incontestable de Lance Armstrong
La gran sorpresa del Tour del 99 fue la victoria final de un Lance Armstrong que se mostró intratable en todos los terrenos y estuvo perfectamente arropado por su equipo, el US Postal. Fue este año cuando comenzó la tiranía (nunca mejor dicho) en el Tour del ciclista estadounidense. Un ganador que nadie esperaba, tan sorprendente como cuando sale el 0 en la ruleta. Nadie esperaba una actuaxción así del de Austin a pesar de que el meses antes había tenido un gran regreso en la Vuelta a España, competición en la que había concluido cuarto, a solo seis segundos del tercer puesto.
El resto de la historia es de sobra conocido por los aficionados a la bicicleta e incluso por quienes reniegan de pasar las calurosas sobremesas de verano sesteando frente al televisor mientras los ciclistas se dejan la piel y las entrañas tratando de escribir su nombre en las páginas de oro de los anales del ciclismo.