El neerlandés Mathieu van der Poel sigue certificando que no hay ningún corredor a su nivel en la París-Roubaix: por equipo, por piernas, por técnica… y por suerte. Y es que todo es necesario para ganar una y otra vez la clásica de los adoquines. Y todo ello lo tiene el vencedor de la edición de 2025.
La París-Roubaix se puso muy caliente con más de 100 kilómetros para la línea de meta. En los primeros tramos importantes se vio a Tadej Pogacar muy agresivo, pero a Mathieu van der Poel respondiendo a cada uno de los golpes del esloveno. También se vio que Wout van Aert no tenía las piernas necesarias para pelear por la victoria.
En cabeza cuajó un grupo muy reducido, con hombres como Mathieu van der Poel y Jasper Philipsen, Tadej Pogacar, Mads Pedersen… Ahí llegó la diosa fortuna a decidir el destino de la carrera, con Pedersen sufriendo un pinchazo inoportuno. Y con Philipsen viéndose desbordado por el ritmo de sus rivales. En cabeza y tal y como se podía pensar en la salida quedaban dos únicos ciclistas: Van der Poel y Pogacar. Pogacar y Van der Poel. Nadie más. ¿Y qué sucedió?
En una de las curvas, Pogacar se pasó de velocidad, se fue a la tierra, clavó su rueda delantera y acabó yéndose al suelo. Camino despejado para Van der Poel. ¿Mala suerte? Sí y no, puesto que llevar la bicicleta con precisión desde la salida hasta la meta es parte incuestionable de la habilidad necesaria para ganar la París-Roubaix. Y Pogacar no fue capaz de hacerlo. Nada que reprocharle. El esloveno, en su primer intento, estuvo cerca de la victoria. Acabó segundo y certificó que un día… puede ganar una carrera que parecía imposible para él. El problema es que ahora mismo Mathieu van der Poel parece el hombre perfecto para ganar la clásica francesa año tras año.
FOTO: @parisroubaix