En diciembre de 2008, en una escenificación gráfica del relevo en la dirección general de la Vuelta a España, el periodista entonces en Marca Josu Garai conversaba con Víctor Cordero y Javier Guillén, los protagonistas principales.
“Mi gestión va a ser continuista, no estoy aquí para romper estructuras ni liderar una revolución. Me siento un alumno privilegiado de Víctor, lo de aventajado o no lo dirá el tiempo”, valoraba Guillén. El paso de las ediciones y la evolución de la carrera vienen a contradecir esas palabras. No en un sentido negativo, por supuesto. Simplemente, la Vuelta ha cambiado mucho desde ese 2009. Y también ha superado sus apuros preocupantes. Fatigas que ahora parecen lejanas. La sombra de ASO también es más alargada.
La Vuelta ha mutado. Ha crecido. Se ha actualizado. Y también se ha aferrado a la apuesta por la sorpresa. ¿Y cómo sorprender? Algunas veces, con cambios, con reinvenciones. Ahí está por ejemplo el jersey rojo para el líder. O la nueva imagen corporativa recién estrenada. Otras ocasiones, las más, con la asunción de viejos sueños o el atrevimiento ante nuevos retos.
De los primeros, esas fantasías de Enrique Franco con la Bola del Mundo, por ejemplo. De los segundos, la internacionalización que avalan dos ‘Grand Depart’ foráneas, frecuentes visitas al suelo francés y algún coqueteo no consolidado con el portugués. Enrique Franco también soñó con el Teide y en esas están, desde hace unos años, las instituciones canarias y la organización de la Vuelta. El final insular de la carrera. Cuatro etapas, dos en Gran Canaria y dos en Tenerife. Y sus puertos célebres. El Pico de las Nieves. El Teide. El retorno a las Canarias (porque la Vuelta ya partió de allí en 1988) es sin duda el principal asunto pendiente en los retos de futuro. Y sin duda alguna, llegará.
La cuestión económica, principal argumento para no afrontar la aventura dada la crisis económica de estos años atrás, acabará concretándose. “Todo el mundo sabe, no es ningún secreto, que tengo ese reto de las Canarias”, refresca el propio Guillén tras la presentación del recorrido de 2017.
Grand Depart
La internacionalización es un hecho, pero también le ha dejado un mal sabor de boca en un par de ocasiones, ambas con vistas hacia el mismo año. Tras el exitoso arranque de la edición de 2009 desde Assen, con dos jornadas neerlandesas, otra belga y un pequeño periplo por suelo alemán, se frustró una nueva Grand Depart desde los Países Bajos de cara a 2015. Algunas localizaciones se descolgaron del proyecto, aunque otras se quedaron colgadas en su predisposición.
El caso de Breda, la de la rendición inmortalizada por Velázquez, sin ir más lejos. El futuro se arroja positivo para ella gracias a la candidatura de Utrecht para dar el pistoletazo de salida en el año 2020. Utrecht quiere ser la primera ciudad en acoger etapas de las tres grandes y cuenta con la colaboración de Breda para albergar un final de etapa. A finales de 2016 las instituciones de Yorkshire, en el Reino Unido, han publicitado su interés por acoger a la ronda española.
Desde Portugal, algunos enclaves del Algarve mantienen la puerta abierta a algún tipo de colaboración futura con los recorridos. Si bien desde el país vecino llegó la otra inconcreción, el otro amague, el segundo borrón en la apuesta por lo foráneo. Se dieron días en los que algunas iniciativas privadas trabajaron para que Oporto acogiera la salida de 2015.
El recorrido de la Vuelta a España 2017:
Es indudable que los retos de futuro de la Vuelta, más allá de producciones y escenografías para determinadas etapas, la batea, la plaza de toros, el paseo litoral, la salida desde la playa, está claro, esos retos pasan por un incremento de la política exterior. “Está claro cuáles son nuestras fronteras y en esos parámetros nos tenemos que mover. Sí, luego está la opción de afrontar aventuras de envergadura como pudo ser la salida desde Holanda. Pero son situaciones más puntuales, si se puede decir así. Por proximidad, por vecindad, Portugal, Francia o el norte de África son nuestros mercado”, esbozan desde la organización.
En 1997 la carrera partió desde Lisboa, Portugal. En 2017 lo hará desde Nîmes, en Francia. “Sí, las posibilidades existen, tenemos peticiones; pero yo creo que el algo que hay que dosificar más, no se puede salir todos los años desde el extranjero. Es algo que tenemos que ir haciendo poco a poco”, aporta Guillén.
Más allá del reto canario, puesto que geográficamente el archipiélago pertenece al continente africano, el norte de África está en el punto de mira. La cuestión no es quimérica en absoluto. Ya en el paso se dieron algunos contactos. Allá por las postrimerías del mes de septiembre del año 2000 trascendió el firme interés de la Ciudad Autónoma de Ceuta por acoger la Gran Salida de la Vuelta a España de 2002. En algunos medios se habló de la posibilidad de emplear barcos como apoyos hoteleros adicionales. Y en otros se recordó que esa intención no era novedosa, sino un reflejo de ambiciones pasadas. No quedaban muy lejos en el tiempo los Campeonatos de España que en 1997 habían tenido lugar en Melilla…
Y no se podía esgrimir que se trataba de un asunto imposible, toda vez que la Vuelta a Andalucía había cruzado el charco allá por 1974. Fue un 12 de febrero, por cierto, y esa etapa la ganó un tal Freddy Maertens. Pero no. Esa edición 2002 de la ronda española no partió de Ceuta, no. Lo hizo desde Valencia. “Ceuta, Melilla, el norte de África,… es otro reto”, admite Guillén. Sus palabras no son una novedad.
Descubriendo montañas
La montaña ha encarnado otra generosa porción de la tarta que elabora esta nueva forma de hacer la Vuelta. “Hemos asumido muchos riesgos con estos recorridos, sobre todo en cuestión de logística e infraestructura, pero arriesgar no es malo porque hemos conseguido un modelo: todo el mundo, corredores y directores, saben lo que se van a encontrar en la Vuelta”, ha comentado el propio Guillén en alguna ocasión.
A Enrique Franco, alma mater de la Vuelta durante más de dos décadas, le preguntaron un día cuáles eran sus sueños orográficos para la ronda española y él, entre otros, señaló que acabar una edición en el Teide y también afrontar la Bola del Mundo, junto al Puerto de Navacerrada. Franco, Sainz de Trápaga, aquella vieja Unipublic de los 80 y los 90, estaban demasiado aferrados a la idea de que España no tenía la montaña del Giro de Italia o el Tour de Francia, sin pensar en sus particularidades e idiosincrasias, aunque sí mimando los Lagos de Covadonga.
Vídeo RTVE de la Bola del Mundo en 2010
En las dos últimas décadas han ido incorporándose puertos, subidas y demás, y pese a todo aún queda por hacer. Salvo el asturiano Pico Gamoniteiro, negado por Guillén por los problemas de espacio de momento insalvables, no parece que ninguna montaña pueda resistirse a la Vuelta. Los viejos sueños se convierten en realidad. En 2010 se estrenó la Bola del Mundo y su pista de cemento ha vuelto a ser visitada posteriormente.
Esa tipología de ascensiones, esas rampas forestales, esos paredones, esas cuestas de cabras, también han alimentado estrenos menos conocidos hasta su debut, como el Mirador de Ézaro. Y también, puertos de paso. San Glorio, uno de los puertos más icónicos de la Cordillera Cantábrica, tremendo por el lado montañés, no debutó en la Vuelta hasta 2014.
Vídeo final Mas de la Costa en la Vuelta a España 2016:
Muchas de estas novedades orográficas han ido de la mano con el incremento sustancial de las localizaciones que se suman a los recorridos de la carrera por primera vez. De los 42 enclaves que conforman la Vuelta 2017, 21 etapas, 20 serán nuevos: doce salidas y ocho llegadas. Y otros sitios poco transitados o con visitas pioneras bastante lejanas en el tiempo se suman al fenómeno.
“Son cosas que ponen en valor es la riqueza de nuestro país. Poder descubrir cada año sitios nuevos es muy difícil. Yo creo que, frente al Giro de Italia y frente al Tour de Francia, tenemos la particularidad de que no concentramos la montaña en dos o tres sitios. Tenemos muchas posibilidades a lo largo del todo el territorio nacional. Los sitios están ahí. Luego, al final es cuestión de aprovecharlos. O que se pueda, por condicionantes logísticos. Cada vez más territorios se quieren sumar a la Vuelta y eso a nosotros, primero, nos llena de alegría; y también es un termómetro para seguir trabajando en esa línea, porque queda mucho por hacer y es un camino que nos permite seguir creciendo”, reflexiona Guillén.
Durante la disputa de la Vuelta a España 2016 trascendió, como una posibilidad en firme más que como una ensoñación, las altas probabilidades de que las faltas del Pico Veleta acogieran una meta de la próxima edición. Fernando Escartín admitía esta posibilidad en una entrevista con zikloland.com. El reto se queda para el futuro.
Javier Guillén ha manifestado que el Veleta es uno de esos sitios para los que imagina un gran fin de fiesta. Más de 3.000 metros de altitud, el barniz mediático que pueden alimentar, sugieren ese aprovechamiento. Pero en el tintero quedan muchas otras montañas. No ya como finales, no; como lugares de paso. La Vuelta no ha profundizado en las particularidades orográficas de comarcas como La Sanabria, La Cabrera y los Ancares; como el occidente asturiano; como la comarca catalana del Berguedá o, también los Pirineos, la muga entre Navarra y Francia.
Lugares donde descansan puertos que aúnan características poco vistas por la competición: puertos altos y largos; puertos susceptibles de alimentar grandes encadenados y dar rienda libre al juego de estrategias, a la gestión del fondo y la resistencia y a la lucha contra el desgaste.
Los hay altos y largos. Y muy duros en cuanto a rampas. El Sestil, El Peñón, El Llano de las Ovejas, Pradell,… La riqueza orográfica estatal y la política de recorridos de las décadas pasadas no han empezado a ir de la mano hasta ahora. Existen no pocas concentraciones montañosas desconocidas por la carrera; o si son conocidas, poco exprimidas. Desde la Cordillera Cantábrica al Sistema Penibético. Desde Sierra Morena hasta los Pirineos.
“Hemos intentado ir a territorios supramunicipales porque con el mismo interlocutor puedes durante varios años tener recorridos distintos. Con la Diputación de Alicante puedes tener etapas de costa, etapas de montaña, etapas contrarreloj, una Grand Depart… Eso nos ha dado un plus y en una época de crisis tremenda reinventarnos de una forma estable”, comenta Guillén sobre estos nuevos tiempos. En épocas de reinvención, en tiempos de alicientes, los retos cobran un nuevo sentido. Y abren líneas de actuación.
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