El ciclismo profesional está en el camino de identificar y pulir con más y más velocidad cualquier joven talento. Pero esa cara positiva tiene una cruz amarga. El caso de Cian Uijtdebroeks empieza a adquirir un tono gris que debería llevar a una reflexión profunda en el seno de su equipo: ¿qué está pasando con su joven ciclista belga? Repasemos su trayectoria.
Cian Uijtdebroeks fue en 2022 uno de los mejores júnior del mundo. Y en su primer año sub-23 se llevó con autoridad la general final del Tour de L’Avenir. Esos resultados hicieron que muchos focos se posaran sobre un ciclista que llevaba ya varios años con vida de ciclista profesional y con una dedicación familiar y personal exclusiva en el ciclismo.
En su segundo año como sub-23, cuando muchos ciclistas todavía están compitiendo carreras de nivel amateur, Cian Uijtdebroeks deslumbraba a todo el mundo compitiendo en muchas pruebas de nivel WorldTour: 9º en Omán, 9º en Catalunya, 6º en Romandía, 7º en Suiza y… ¡8º en Vuelta a España!
En ese punto de su carrera deportiva, Uijtdebroeks lanzó un primer síntoma muy propio de los nuevos tiempos: quiso irse de Bora por motivos económicos y deportivos y, en el fondo, esgrimió que el equipo se había quedado pequeño para sus ambiciones personales. Con 21 años inició una nueva aventura con Visma-Lease a Bike y los resultados no estuvieron a la altura de lo esperado: abandono en Volta a Catalunya, abandono en Giro a Italia, abandono en Vuelta a España…
A partir de ahí hubo muchos argumentos y explicaciones. El ciclista afirmaba que tenía problemas físicos, con dificultades para incrementar sus pulsaciones y sensación de fatiga generalizada. Un buen descanso podía ser la mejor de las medicinas, por lo que 2025 pareció empezar bien, puesto que fue 5º en el Tour de Omán.
Sin embargo, en Tirreno-Adriático hubo otra recaída: de nuevo la sensación de estar fundido y el abandono para un corredor que en su año y medio de Visma no ha mostrado la consistencia de sus dos primeras temporadas en Bora y que ahora tiene que enfrentarse a una doble dificultad muy exigente: encontrar los motivos físicos por los que no está rindiendo a buen nivel, pero también gestionar la carga psicológica que supone haberse instalado en la elite mundial siendo sub-23, una presión mental que cada vez más está afectando a corredores que físicamente pueden estar capacitados para mover un número elevado de watios/kilo pero que necesitan de una madurez que muchas veces sólo viene de la mano de la edad y la experiencia vital y paulatina que se adquiere frente a los retos.