El pasado sábado 19 de septiembre, se disputó la penúltima etapa del Tour de Francia, que como todos sabemos, ha quedado grabada en la historia del ciclismo y del deporte por lo acontecido en él.
Al haber sido una contrarreloj tan vibrante, he recibido muchas preguntas sobre qué opino como psicóloga respecto a lo que ocurrió. Es por eso que escribo este nuevo artículo donde analizo dicho evento desde un prisma mental y psicológico, atendiendo al rendimiento de los respectivos candidatos que peleaban por los tres escalones del pódium.
En un año marcado por el coronavirus, no han sido pocas las confesiones de ciclistas que hacían referencia a un Tour que se había corrido muy rápido, con mucha ambición e incertidumbre. Superados las PCR de los días de descanso, donde todo se podía ir al traste, ha sido un año dudoso para los participantes, al no saber en qué forma llegaban a la competición más importante del calendario. Tanto es así, que al no haber corrido antes del Tour la misma cantidad de competiciones que años anteriores, ninguno tenía total claridad, confianza y seguridad, de si en la tercera semana, responderían igual que lo que están acostumbrados a rendir.
Pudimos apreciar ese primer cambio de poder en el pelotón, entre el Ineos y el Jumbo-Visma, siendo los segundos los que marcaban el ritmo de la carrera. También observamos cómo líderes de equipo como Pinot, Bardet, Nairo o Bernal perdían todas las opciones de luchar por la general; y cómo unos abanicos, hacían que Pogaçar y Mikel Landa, entre otros, sumaran pérdida de tiempo en la general, empoderándose de ésta forma el esloveno Primoz Roglic del liderato.
El que haya visto el Tour, sabrá lo que ocurrió posteriormente. Entre la guerra por el liderato en los Alpes de los dos eslovenos, el colombiano Miguel Ángel López se llevó la victoria de la etapa 17, sentenciando, al parecer, el pódium de París: Roglic lideraba la clasificación general, siendo Pogaçar segundo a +00:57” y cerrando Superman López el tercer puesto a +01:27”.
Pero llegó el día donde todo se modificó. Las expectativas fueron para algunos superados con éxito, mientras que para otros, ni siquiera se alcanzaron. Pero, ¿cuáles eran las que tenían en mente los tres corredores? Como siempre digo, no soy psicóloga de ninguno de ellos y todo lo que a continuación vas a leer, son meras hipótesis que he construido en base a lo visto en la pantalla de la televisión.
El resultado final es que Pogaçar ganó, aparte de la contrarreloj, el Tour de Francia, superándo a Roglic y convirtiéndole a este en protagonista del segundo cajón del pódium (a +00:59”), y siendo Richie Porte el tercer clasificado (a 03:30”), cayendo el colombiano López hasta el sexto puesto (a +06:47”). Pero, ¿qué pasó en una etapa de 36,2km para que fuera tan histórica como ocurrió?
Entró en juego, como siempre yo cito, nuestra amiga la presión. Y qué importante, los que me conocen ya saben, lo fundamental que es conocerla, gestionarla y aplicarla entrenando. Hay tres momentos en los que pude observar a cada corredor que defendía en la salida de ese día el pódium del Tour, el momento psicológico donde tuvieron un antes y un después.
En el caso de Miguel Ángel López, es el momento en que Pogaçar le supera por la izquierda. El colombiano, desde ese momento va a menos, transmite que se hunde, y que no recupera el nivel que él estaba esperando dar ese día (que nunca ha de ser comparado con los mejores, sino con la mejor versión que uno puede dar de sí mismo). Es decir, aun siendo muy meticuloso, en este caso, el trabajo que pueden llevar a cabo tanto Iván Velasco como los trabajadores que acompañan al corredor en preparar su biomecánica y aerodinámica, mientras no se añada entrenando, la presión que sí existe en competición, la parte psicológica puede ser suficientemente potente como para que el rendimiento de un día en competición se vaya al garete.
Dudo mucho que el corredor diera todo su potencial en dicha disciplina, y me agarro a esto haciendo referencia en que cuando fue doblado por el joven esloveno, su carrera se convirtió en intentar sobreponerse a lo psicológico que fue ser abatido en la manera que le pasa Pogaçar. Vale Uxue, pero entonces (muchos os preguntaréis), ¿cómo se trabaja esto? La respuesta es fácil: entrenando. ¿Cómo? Añadiendo las mismas circunstancias y estímulos que tiene la competición, al entrenamiento.
Es decir, si Superman López va a liderar su equipo Astaná en un evento como el Tour, tendrá que también entrenar las sensaciones y pensamientos que le pueden generar ser doblado en una etapa donde se juega todo. Y si, se debe entrenar el ir dándolo todo pedaleando la cabra, y que un compañero de equipo bien vestido con la misma ropa, como vestido con el conjunto de un equipo contrincante, le supera a una velocidad que la persona no espera. Eso nos dará la información de cuál es el desequilibrio emocional y cognitivo que le genera al ciclista, para poder luego tener opciones y herramientas para gestionar si en la competición se da dicha circunstancia. Ese trabajo también ha de ser llevado a cabo, para evitar escenarios como el vivido el sábado.
Ahí entra la segunda faceta importante de una contrarreloj: la gestión de fuerzas, de estrategia, de concentración, etc. Y es ahí donde un esloveno se creció, y el otro se vino abajo.
Desde mi punto de vista, Roglic mostró un antes y un después enel cambio de bicicleta que hizo para la parte final de la crono. El momento fue tenso, y eso hizo que le costara adaptarse con éxito al pedaleo. No obstante, nos falta conocer cómo se dieron y qué decían las indicaciones que le llegaban desde el pinganillo, porque son verdaderamente influyentes en el corredor. Pero no teniendo acceso a esa información, y atendiendo a lo observado en la retransmisión, Roglic no transmitía estar concentrado en lo que debía. La amenaza y la presión de estar perdiendo el Tour reflejaron a un deportista que estaba experimentando un momento de máximo esfuerzo de supervivencia y conflicto cognitivo interno.
La amenaza nos bloquea, nos desconcentra, nos saca del foco y nos distrae con el miedo a la pérdida, a la lesión, al dolor… La amenaza rompe la fluidez y por lo tanto las capacidades tanto físicas como cognitivas se diluyen. Que tener las tienes, pero es como si un coche estuviera lleno de gasolina pero le faltara el conductor para ponerlo en marcha. Esto también se entrena. Uno tiene que entrenar vestido de amarillo, sintiendo la presión (como reto o como amenaza) de ser quien defiende un título como el que es el Tour de Francia. Hacer, por ejemplo, en un entrenamiento de equipo, que los compañeros salgan a la misma frecuencia que en el propio Tour, siendo uno mismo el último, donde una cámara te enfoca, etc. (todo lo que para esa persona significa estímulo de presión) ha de ser añadida en el entrenamiento.
Por último, me queda hablar del ganador del Tour de Francia del 2020, Tadej Pogacar. A sus 21 años, ha sido un claro ejemplo de que por muy debutante que uno sea en un evento de gran peso, la ilusión y la confianza en las posibilidades de uno, acompañados con el máximo respeto hacia los adversarios, y gestionando los miedos, las inseguridades, las expectativas y la presión, uno puede llegar a conseguir grandes éxitos.
En todo momento en sus declaraciones previas a la contrarreloj, su plan decía ser el del ganar el Tour. Los que quizás no lo tenían claro, eran el resto. Incluso la celebración de su equipo y las caras como las de Dumoulin o Van Aert, reflejaban lo mencionado. La euforia de “lo ha conseguido” frente a “no me lo puedo creer”, también eran parte, seguramente, del actual ganador del Tour. Pero dudo que conectase con ello antes de cruzar la meta. Mientras competía, su foco era totalmente interno, con una concentración máxima en darlo todo y de saber gestionar su rendimiento.
Para poder ser un experto de esto último, uno debe de autoconocerse muchísimo. Y ese viaje interior, creer en las posibilidades de uno, conlleva poder visualizarse ganando el Tour. Los vatios que uno mueve, no reflejan el resultado que esos números pueden alcanzar, porque no es lo mismo ser buen deportista que ser buen competidor. La competición añade estímulos en los que uno no está acostumbrado a rendir. Y por muy buena fisiología que parece tener Pogaçar, la mente también ha de ser entrenada para que no pase lo que le pasó al colombiano.
Además, me alegra saber que algo por lo que tanto lucho con los y las deportistas, haya podido sido mencionado por el entrenador de Pogaçar, Iñigo San Millán, al confesar que el corredor fue el único ciclista que compitió sin medidor de potencia ni banda de frecuencia cardíaca, para buscar sus límites por sensaciones. Ésto declaró en una entrevista que le hizo Eurosport: «No nos hizo falta el potenciómetro en ninguna de las dos bicis. Le dijimos que a tope, porque él sabe calcular bien ir a su tope para una hora ya sea en la bici cabra como en la normal, que ronda los 415w para sus 65kg. Preferimos que fuese así en lugar de que fuese pendiente de potenciómetro».
Esa imagen que para uno ser doblado fue una hecatombe, para el joven esloveno fue un estímulo empoderador de motivación y mayor concentración en su foco interno, que parecía estar fluyendo con su bici, su cuerpo y su mente. Parecía fácil lo que hacía, y a eso se le llama flow, pero una vez analizados los datos, todos nos hemos quedado sorprendidos, concluyendo que hacer lo que hizo, de fácil no tiene nada.
Pero no os engañéis, lo sorprendente psicológicamente, no es que mueva lo que movió, sino que fuera capaz de hacerlo en la penúltima etapa del Tour, gestionando la presión que supone poder arrebatarle el mallot a un Roglic que estuvo en todo momento protegido por un equipo invencible. Desconozco si esas habilidades mentales las ha trabajado, las tiene de serie o si tuvo el mejor día de su vida encima de la bici. Pero estoy segura, que a diferencia de Primoz, Pogaçar interpretó la presión como un reto y no como una amenaza.
Por lo tanto, querido lector o lectora, no olvides que no son los acontecimientos los que nos hacen sufrir, sino las interpretaciones que tenemos sobre ellos. Y cuantas más automáticas sean dichas interpretaciones, menos control tendremos sobre ellas. Por lo tanto, trabaja por conocerte, aplicando la presión que tú identificas que te afecta compitiendo, entrenando.
Psicología y Coaching deportivo
Uxue Otxoa Alberdi. Psicóloga y facilitadora del alto rendimiento, @uxueotxoa