El esloveno Tadej Pogacar ha vivido la cara y la cruz en esta segunda semana del Tour de Francia. Atacó en solitario y desde bien lejos… para ver como el triunfo parcial y las bonificaciones acababan en manos de Jonas Vingegaard. Sin embargo, un ataque en los cinco últimos kilómetros de Pla d’Adet le permitieron llevarse la etapa y sumar más de medio minuto a su renta. Esta historia recuerda a lo sucedido con Pedro Delgado en 1987 y 1988.
En el Tour de Francia de 1987, Pedro Delgado intentó ganar la carrera con ataques lejanos contra su gran rival: un sólido Stephen Roche que siempre acababa rehaciéndose y que finalizó el Tour con una renta de 40 segundos de ventaja sobre el segoviano. En 1988, Delgado, contra otros rivales, fue agresivo como siempre, pero intentó explotar más y mejor su principal virtud: la capacidad de ataque. Pero en este caso los ataques llegaban siempre a una distancia mucho más ajustada, con demarrajes en los kilómetros finales.
Pogacar, por su parte, es evidente que no sabe correr a la defensiva. El esloveno sólo cree en el ataque. Pero también es evidente que aventuras en solitario de más de 40 kilómetros ofrecen un riesgo muy alto, sobre todo, si uno va de amarillo y no tiene esa necesidad imperiosa de jugarse el Tour a una única carta. Por eso, la táctica de Pla d’Adet parece mucho más lógica para sentenciar la carrera. Hasta el momento se ha visto que Vingegaard tiene dificultades para responder al arreón inicial de Pogacar. Y esa puede ser una buena línea para seguir exprimiendo esa ventaja: ataque a 2-5 kilómetros, treintena de segundos más bonificación… y la grieta entre los dos favoritos en constante crecimiento.
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