“Se lo vamos a poner muy complicado a los rivales. Todo el rato que si ataca uno, luego ataca el otro, luego yo a por quién voy… esto va a ser un follón”. Es la respuesta de Alejandro Valverde ante una de las preguntas inevitables de la veintena de periodistas que, micrófono o grabadora en mano, buscan recoger sus impresiones en la presentación de Movistar. ¿Cómo se van a entender los tres líderes compartiendo pelotón en el Tour?
Tras soltar la frase, Valverde se queda un momento en silencio, observando las expresiones entre sorprendidas y divertidas de los enviados de medios de comunicación. ¿Y tú?, pregunta otro periodista. «Yo también, claro. Los tres». Luego se echa a reír. “Estaba de broma”, dice el murciano ante el alivio general. Después se pone serio: “Va a funcionar bien, tendremos un equipo fuerte y vamos a hacer frente a los rivales. Con ocho corredores, si dos gallos es difícil, tres mucho más. Nos vamos a entender muy bien”.
No era el gran protagonista del día, pues las miradas mediáticas estaban puestas en la relación entre Nairo Quintana y Mikel Landa. Pero se erigió en patrón. “Somos amigos y compañeros, no rivales. Eso es algo que he leído de algunos de ustedes para enredar pero no es cierto”, respondía después el colombiano. El caso es que, con todas las miradas puestas en cómo encajaría el nuevo fichaje con el jefe de filas del equipo, el último en bajar por la rampa subido en su Canyon fue Alejandro Valverde.
Estaba feliz, relajado. En una faceta que recuerda al Valverde más joven que tanto prometía hace ahora algo más de una década. En el acto de presentación intercambiaba comentarios y risas con Nairo. Otras veces incluso hacía gestos, también sonriente, con la bancada de enfrente. El motivo no podía ser otro. Su rodilla está bien y en 2018 va a volver a competir con todo. Tiene las dudas propias de quien lleva seis meses parado, pero se encuentra bien: “No diría que estoy al 100 recuperado, pero sí al 85 o 90. En los entrenamientos todo va como antes”, explicaba a la prensa.
Ser el de antes
El Tour es el objetivo de Eusebio Unzué y de la empresa patrocinadora. Movistar entiende que ya sólo le falta el amarillo en París y es el momento de asaltarlo. Pero Valverde antes tiene que estar seguro de que su rodilla está del todo en condiciones: “Para ayudar, tengo que poder ser el Alejandro de antes de la caída. En los entrenamientos va todo bien, pero la competición es muy distinta. Te exige más, no eliges los elementos y te puedes resentir”, argumenta.
Pero está confiado. Las sensaciones son más que positivas y así lo hace saber en tono de broma durante el acto oficial de presentación, en el mismo clima distendido de toda la mañana: “Ya entreno con la grupeta y hasta que no revienta el último, no paro”, explica entre las risas generalizadas de toda la sala. Alejandro Valverde, en esencia. Incluso se permite, de forma cariñosa, hacer el gesto de darle una colleja a ‘Perico’ Delgado, cuando éste cuenta la anécdota de cuando se extravió en Luxemburgo en la crono del Tour: “Si es que…”, empieza el murciano, y deja la frase en el aire.
Foto con un Fuoriclasse @alejanvalverde #classe80 #TEAMmates #1980 #bala @Movistar_Team pic.twitter.com/3wV4mCodTz
— Daniele Bennati (@Benna80) 14 de diciembre de 2017
Valverde conoce su casa a la perfección, y también tiene sus objetivos claros. Debutará en Mallorca –sólo dos días- y luego irá a la Comunitat Valenciana. En la primera parte del año afrontará otra vez las Ardenas. Y como cada vez en los últimos años, se le pregunta por Flandes, con la que ha amagado varias veces: “Si no voy no es porque no quiera. Tengo ganas de intentarla, pero es una prueba muy exigente. Y ahora mismo tengo menos certezas que nunca con la rodilla. Todo dependerá de cómo vaya, pero claro que la carrera me gusta».
Mundial y Lombardia
Y después del Tour emerge Innsbruck, la cita mundialista a la que tiene muchas ganas: “Estoy hablando con Mínguez y queremos hacer las cosas bien para llegar óptimos”, advierte. Además, el hecho de que ya haya pasado toda la temporada le hace ser más optimista sobre su rodilla: “Ya habrá hecho más de un año de la caída, habré tenido mucha competición y podré estar a tope. Hay que afinar al máximo porque ésta ya sí puede ser la última oportunidad”.
A Valverde ya le queda muy poco por ganar. Entre las carreras que aún no suma en el palmarés están dos clásicas aptas para su perfil, Amstel y Lombardia. Si tiene que elegir, apuesta por la segunda: “Amstel es una carrera muy bonita, pero prefiero Lombardia. Le tengo muchas ganas”. El que avisa no es traidor.
El de Las Lumbreras ya ha perdido la cuenta de cuántas veces ha renacido. A los 37 años es el capitán de un Movistar Team que aspira a todo en este 2018 y como tal ejerce desde el primer día. “Ya no puedo mejorar mucho más. A mí me cambió la mente en 2012, después de los 20 meses que estuve parado”. Ahora, 108 victorias en el palmarés, corre porque le gusta, porque quiere mejorar sus propios registros y para ser el pilar sobre el que se sustenten tanto Nairo Quintana como Landa. Un rol que le sienta como un guante.