Vuelta España 2020: La montaña
La Vuelta a España ha forjado su identidad los últimos años en base a sus numerosos finales en alto. En 2020, seguirá siendo la gran vuelta con más llegadas en subida, hasta siete, con especial relevancia para el Tourmalet y el Angliru.
Por lo tanto, se podría decir que la montaña de La Vuelta 2020 mantiene una línea continuista, con etapas cortas terminadas en alto (la más larga apenas llega a los 175 kilómetros), aunque es reseñable la supresión de finales explosivos que han caracterizado la carrera los últimos años, como Mas de la Costa, Les Praeres, La Camperona… Los conocidos como muritos solo tendrán representación en la única crono individual, que acabará en el Mirador de Ézaro (1,8 km al 14,6% con rampas del 30%).
La distribución de las etapas de montaña sí que resulta sorprendente. Mientras Giro y Tour optan por una dureza creciente hasta alcanzar el clímax en la tercera semana, La Vuelta ha colocado las etapas de montaña sin seguir ninguna lógica deportiva clara, sin bloques decisivos más allá del penúltimo fin de semana asturiano, y con la única contrarreloj individual al final de la carrera, lo que no fomenta ningún ataque lejano de los escaladores, que no necesitarán recuperar tiempo.
Nada más llegar a España se afrontarán tres etapas de montaña consecutivas. Los finales en Arrate (5 km al 8,8%), Lekunberri tras descender San Miguel de Aralar (9,5 km al 8%) y la irregular subida a la Laguna Negra de Vinuesa (7,8 km al 5,6%) harán una primera criba de favoritos a la clasificación general.
Y solo habrá que esperar hasta la novena etapa para llegar a uno de los puntos calientes de La Vuelta: el final en el Col du Tourmalet (18,8 km al 7,5%), previo paso por Portalet (27,2 km al 3,4%) y Aubisque (17,3 km al 6,9%). Aunque los escasos 135 kilómetros y el marcaje entre los favoritos propio de una etapa de montaña de la primera semana de carrera dificultarán ver grandes diferencias en meta.
Al igual que en 2019, la segunda semana se prevé la más decisiva de la Vuelta a España, dando el mismo emplazamiento a las etapas asturianas en el penúltimo fin de semana. Antes, se terminará una etapa en el inédito Moncalvillo (últimos 7,5 km al 9,1%), en La Rioja.
El díptico asturiano comenzará con un autentico etapón que incluye Colladona (7 km al 6,8%), Cobertoria (8,9 km al 9,1%), San Lorenzo (10,1% al 8,6%) y final La Farrapona (24 km al 5,1%). Sería el día más propicio para la táctica y los ataques lejanos… si no fuera porque el día siguiente se subirán las rampas imposibles del Angliru (12,6 km al 10%). Un orden de las etapas discutible, que capa el espectáculo de la única etapa con 5.000 metros de desnivel positivo para encajar el mediático Angliru el domingo.
Por último, en la tercera semana, la contrarreloj con final en el Mirador de Ézaro ordenará la clasificación general antes de la decisiva etapa en Salamanca, por un terreno rompepiernas sin grandes porcentajes que culminará en el estación de esquí de La Covatilla (19,7 km al 5,6%). Una formula similar a la de 2019, cuando el fin de fiesta en la Sierra de Gredos deparó una de las etapas más bonitas de la pasada edición.
En resumen, destacan los cuatro finales con más nombre, en el Tourmalet, la Farrapona, el Angliru y la Covatilla, pero se echa en falta terreno para que el espectáculo no quede reducido al último puerto de cada etapa. La actitud de los ciclistas participantes acabará escribiendo la historia de La Vuelta 2020, pero la propuesta de la organización genera incertidumbre, especialmente ante la tercera semana, con cuatro de seis etapas teóricamente intrascendentes.